En este Blog queremos compartir contigo la vida de la bienventurada Dina Bélanger RJM. Publicaremos periódicamente breves capítulos que nos ayudarán a conocerla más.
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LA FAMA DE SANTIDAD de Dina Bélanger se ha hecho universal después de su beatificación.

viernes, 18 de noviembre de 2016

TESTIMONIOS: Sus compañeras

Hoy voy a compartirte cómo la veían sus compañeras de clase ¿Quieres?.

Dicen que Dina era siempre puntual y atenta en clase. Nunca encontró pretextos para no ir al colegio. Muy dotada, estudiosa, metódica en su trabajo, no perdía un minuto. La mejor en todas las materias. Llegaba la primera, sin vanagloriarse. Muy generosa: un día, quiso dejar a otra, que tenía una décima de puntos menos que ella, el primer puesto por el que había luchado y al que tenía derecho. Dejó el testimonio de alumna buena, única en su género.

Una dice que era un poco nerviosa. Más bien tímida, pero hacía esfuerzos por vencer la timidez. Un poco vergonzosa debido a su altura superior a la media. La expresión algo temerosa de sus ojos hizo que la llamaran en broma “nuestra pequeña gacela” y eso la divertía. A pesar de su timidez, si se trataba de ayudar a sus compañeras, lo hacía. Si algunas hacían travesuras, jamás las denunciaba, pero decía la verdad si le preguntaban. No mentía nunca.

Era dócil a lo que le indicaban sus maestras, mejor que nosotras, por eso la ridiculizábamos llamándola Santa Dina, divina Dina. No era por maldad, era para tomarle el pelo, aunque había un fondo de admiración. 

Era muy humilde y no  tenía pretensiones. Lo hacía todo naturalmente. Era sencilla, delicada, distinguida y fácil de abordar. No hablaba de sí misma y menos de sus talentos; si se mencionaban, simplemente lo agradecía. Buscaba desaparecer. No tomaba los primeros sitios en las reuniones. Hablaba poco, pero cuando lo hacía, sus conversaciones eran serias, agradables y de una gran amenidad, informándose de todo lo que nos interesaba.

Se olvidaba de sí misma, para pensar en los demás. Tenía siempre una buena palabra para los que la contrariaban. No le gustaba cuando se hablaba mal del prójimo. Sabía excusar sus defectos. En sus conversaciones jamás había una crítica, ni una palabra desagradable para los otros. Cuando se hablaba de alguien, ella buscaba siempre encontrarle una buena cualidad. Una compañera cuenta que nunca le oyó una crítica; si yo criticaba alguna vez, ella encontraba siempre una excusa suponiendo buenas intenciones; corregía mi juicio pero sin ser dura. No he sabido que hiciera sufrir a nadie; era demasiado delicada para ello.

Tenía un carácter fuerte, pero siempre el mismo humor. En el dormitorio estaba junto a ella y por la mañana la veía siempre con la misma sonrisa. En un examen de música le preguntaron algo que la sorprendió y aturdió; enrojeció y pareció muy contrariada pero pronto retomó el habitual dominio de sí misma. Era lenta y una vez, su madre le reprochó el hacerme esperar; no se enfadó, sonrió humildemente.


Su vida se transparenta en sus escritos como en un espejo. Sus compañeras, al ser preguntadas sobre ello, dicen: lo que cuenta de su infancia y adolescencia es verdad. Veíamos que algo la llenaba por dentro.

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