Hoy voy a compartirte cómo la veían sus compañeras
de clase ¿Quieres?.
Dicen que Dina era siempre puntual y atenta en
clase. Nunca encontró pretextos para no ir al colegio. Muy dotada, estudiosa,
metódica en su trabajo, no perdía un minuto. La mejor en todas las materias.
Llegaba la primera, sin vanagloriarse. Muy generosa: un día, quiso dejar a
otra, que tenía una décima de puntos menos que ella, el primer puesto por el
que había luchado y al que tenía derecho. Dejó el testimonio de alumna buena,
única en su género.
Una dice que era un poco nerviosa. Más bien
tímida, pero hacía esfuerzos por vencer la timidez. Un poco vergonzosa debido a
su altura superior a la media. La expresión algo temerosa de sus ojos hizo que
la llamaran en broma “nuestra pequeña gacela” y eso la divertía. A pesar de su
timidez, si se trataba de ayudar a sus compañeras, lo hacía. Si algunas hacían
travesuras, jamás las denunciaba, pero decía la verdad si le preguntaban. No
mentía nunca.
Era dócil a lo que le indicaban sus maestras,
mejor que nosotras, por eso la ridiculizábamos llamándola Santa Dina, divina
Dina. No era por maldad, era para tomarle el pelo, aunque había un fondo de
admiración.
Era muy humilde y no tenía pretensiones. Lo hacía todo
naturalmente. Era sencilla, delicada, distinguida y fácil de abordar. No
hablaba de sí misma y menos de sus talentos; si se mencionaban, simplemente lo
agradecía. Buscaba desaparecer. No tomaba los primeros sitios en las reuniones.
Hablaba poco, pero cuando lo hacía, sus conversaciones eran serias, agradables
y de una gran amenidad, informándose de todo lo que nos interesaba.
Se olvidaba de sí misma, para
pensar en los demás. Tenía siempre una buena palabra para los que la
contrariaban. No le gustaba cuando se hablaba mal del prójimo. Sabía excusar
sus defectos. En sus conversaciones jamás había una crítica, ni una palabra
desagradable para los otros. Cuando se hablaba de alguien, ella buscaba siempre
encontrarle una buena cualidad. Una compañera cuenta que nunca le oyó una crítica;
si yo criticaba alguna vez, ella encontraba siempre una excusa suponiendo
buenas intenciones; corregía mi juicio pero sin ser dura. No he sabido que
hiciera sufrir a nadie; era demasiado delicada para ello.
Tenía un carácter fuerte, pero siempre el mismo
humor. En el dormitorio estaba junto a ella y por la mañana la veía siempre con
la misma sonrisa. En un examen de música le preguntaron algo que la sorprendió
y aturdió; enrojeció y pareció muy contrariada pero pronto retomó el habitual
dominio de sí misma. Era lenta y una vez, su madre le reprochó el hacerme
esperar; no se enfadó, sonrió humildemente.
Su vida se transparenta en sus escritos como en un
espejo. Sus compañeras, al ser preguntadas sobre ello, dicen: lo que cuenta de
su infancia y adolescencia es verdad. Veíamos que algo la llenaba por dentro.
Gracias por esta noticia.
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