En este Blog queremos compartir contigo la vida de la bienventurada Dina Bélanger RJM. Publicaremos periódicamente breves capítulos que nos ayudarán a conocerla más.
Te invitamos a leerlos y a que dejes tus comentarios.


LA FAMA DE SANTIDAD de Dina Bélanger se ha hecho universal después de su beatificación.

jueves, 29 de diciembre de 2016

EPÍLOGO

A lo largo de su existencia, Dina, como los “pobres de Yahvé”, fue descubriendo los misterios que dibujaron su vida: búsqueda humilde, penumbra opaca, fe profunda, disponibilidad confiada, fidelidad incondicional, abandono ilimitado y así,  fue internándose en las regiones infinitas de Dios.
Creer es confiar, es dejar hacer, es, sobre todo, entregarse, es amar. Dina pasa por la tierra dejándonos no sólo su huella sobre la arena, sino, sobre todo, la huella de Dios. Nos presenta a Dios como la Belleza suprema, como el Amor que busca ser amado, como un claro de luna ininterrumpido sobre el mar de nuestras vidas, encendiendo en nosotros la nostalgia por Él.
La Autobiografía de Dina no es el fruto de una reflexión teológica, ella no estudió nunca teología. Dina fue una buscadora de Dios, silenciosa como la brisa suave, tranquila como la paz, atenta como el vigía que otea el horizonte sin ocaso. Dina es el eco fiel de la palabra de Dios, sin buscar interpretaciones, sin tomar la iniciativa porque sólo Dios es el protagonista. En sus escritos, Dina nos transparenta su vida y su alma, abriéndose como una flor cuando la invaden los rayos del Sol.
Si quieres, después de haber conocido un poco la andadura de Dina por nuestro mundo, sigue profundizando en su vida, para descubrir la partitura completa. No olvides que lo esencial es la obra de Dios, escondida a los ojos humanos, y que la partitura de toda vida pide nuestra correspondencia, si queremos que pueda sonar con su total melodía.

Gracias Dina por tu vida y por tu constante fidelidad a la gracia. Ayúdanos, para que la partitura de nuestras vidas se afine y, como la tuya, deje sonar una melodía:  una melodía a la mayor gloria de Dios.

martes, 20 de diciembre de 2016

TESTIMONIOS: Su Maestra de novicias

Hoy  quiero que oigas a la Maestra de novicias de Dina. Ella fue la confidente de las grandes gracias que Dios le otorgaba. Entramos en terreno sagrado, donde el principal protagonista es Dios y se siente el vértigo ante la andadura por la que ese Dios la hizo caminar. Su vida como religiosa fue muy corta, sólo ocho años. Los suficientes para poder penetrar en lo más hondo y navegar en las aguas profundas del misterio de Dios, que Dina por obediencia nos ha plasmado en su Autobiografía.
Dina abría totalmente su interior a su Maestra, le contaba todo lo que le pasaba, porque ante el océano de gracias divinas que recibía, tenía miedo de la ilusión.
La Maestra nos dice:
Cuando Dina me hablaba de sus comunicaciones, yo me mostraba inquieta y se lo demostraba; sabía que, siendo tan sensible, esto era una prueba para ella. Al ver mi  inquietud, lloraba: “¿Por qué no soy como las otras?”. Lo que en un momento, cuando escuchaba la voz de Jesús, la llenaba de alegría, se convertía después en un verdadero tormento. Sólo le devolvía la paz cuando le decía que era voluntad de Dios.
Era de una gran sencillez y, mientras crecía su intimidad con Jesús, seguía en todo la vida del noviciado.
Un día en el que me había confiado que estaba en profunda comunicación con Dios, las novicias tuvieron una excursión; ella reía, se divertía con y como las demás, pero nada revelaba exteriormente su secreto.
La Maestra dice que en el conjunto de la vida religiosa de Dina se pueden descubrir fuentes de sufrimiento:
La vida comunitaria dada su naturaleza delicada y sensible. Su enfermedad, al permanecer horas inmóvil, por consejo del médico de mantenerse recostada, evitando todo movimiento para curar sus pulmones. La mayor, cuando el Señor le ofrecía su cáliz para que participara en su agonía con toda la clase de sufrimientos que Él vivió: abatimiento, miedo, tristeza, hastío, abandono, etc.
Otro gran sufrimiento, que difícilmente podemos medir, era esa nostalgia del cielo que sufre el alma a quien el Señor se le revela más especialmente. Entonces la fe es peregrinar, como Abraham, como María…
Un momento fuerte en la vida de Dina fue cuando Jesús le anunció que moriría el 15 de agosto de 1924. La Maestra cuenta que unos días antes fue a verla en la enfermería y, viendo que su enfermedad no empeoraba, le dijo: No tiene el aire de una moribunda. Dina lo aceptó humildemente y guardó silencio.
Nos cuenta la Maestra que pasado el 15 de agosto, le hizo ver que podía vivir en la ilusión. Ella con mucha naturalidad dijo simplemente que se había equivocado. Dina aprovechó para humillarse y no se desanimó. Continuó  actuando como antes sin turbarse e incluso con más fervor. Después de esta fecha, me di cuenta que por un largo tiempo no tenía comunicaciones, pero que su fe y su amor al Señor eran más intensos. La muerte que el Señor le anunció, y que ella no comprendió, era una muerte mística y ahora le invadía el manto del silencio. Ese silencio envolvente y desconcertante de Dios que puede llevar a una vaga impresión de inseguridad, a preguntarse si todo esto será verdad, si no será producto de la imaginación o si realmente será la acción de Dios. Cuanto mayor es la manifestación de Dios, el silencio posterior resulta más duro. Dina no dudó, siguió abandonándose y Dios continuó después manifestándose con gracias mucho mayores.
Dina permaneció siempre muy abierta con su Maestra y ésta nos dice que cuando le confiaba algo tenía la certeza de que era verdad y, aunque temiera una posible ilusión, no podía apoyar esos temores en nada.
Los testimonios podrían seguir, pero hay un silencio que habla más que las palabras. Te dejo con Dina…


lunes, 12 de diciembre de 2016

TESTIMONIOS: Sus hermanas en religión

Dina dejó todo lo que hubiera podido ser un porvenir lleno de atractivos, una vida familiar entrañable, una carrera musical llena de éxitos, un futuro prometedor, la posibilidad de crear un hogar feliz… y todo para responder con un SI a la llamada de un Dios que está por encima de todo.
Dina dejó una huella en sus hermanas. Vamos a escucharlas. Nos dicen que por sus actitudes, más que por sus palabras, constataron:
Su gran sencillez.
  • Era tan discreta que parecía que su persona no contaba a sus ojos. Su gran humildad dejaba escondidos sus talentos.
  • Exteriormente era como las demás. Nadie imaginaba que era objeto de dones extraordinarios.
  • En los ratos de expansión, si la conversación era demasiado animada, callaba para dejar a las otras la alegría de contar lo que había sucedido.
Su alegría.
  • Las novicias organizaban tardes recreativas, literarias, musicales. Dina tomaba gran parte en la composición y en el juego. Sus sainetes divertían a todo el mundo. Se podría pensar que su timidez le impediría llenar papeles ingeniosos; todo lo contrario, cuando le confiaban alguno, era muy divertida, lo hacía con espontaneidad, tacto y jovialidad.
Su olvido propio.
  • En el noviciado se solían asignar los trabajos a cada una. Cuando no se asignaban, ella escogía siempre el más duro y se ofrecía a remplazar a las que los tenían más pesados. Lo hacía con tanta amabilidad que los ganaba.
  • Siempre quería hacer felices a las demás y había que prestar atención a los menores deseos que se expresaban porque rápidamente los realizaba. Si podía hacer más, no quería hacer menos.
  • Muy afable y  buena, incluso hasta la condescendencia, particularmente con una religiosa que la hacía sufrir.
Su austeridad.

  • A Dina no le gustaban las manzanas. Sus padres que lo ignoraban le traían a menudo esta fruta y su superiora, teniendo en cuenta su estado de salud, quería que las comiera. Dina comió manzanas durante meses hasta que la Maestra de novicias desveló la repugnancia que sentía hacia ellas.
  • Todo el tiempo que estuvo en la enfermería, Dina sufrió pensando que sus hermanas tenían que servirla. Hubiera preferido cambiar los papeles. Siempre estaba admirada y agradecida por la mínima atención, el más pequeño servicio. No era exigente, parecía más bien sorprendida de que hubieran pensado en ella. Soportaba los sufrimientos de la enfermedad sin decir nada, sin que se notaran. Jamás una queja. Lo que más llamaba la atención era su sonrisa en  medio de todas las contradicciones.
Su servicialidad.
  • A veces, los trabajos que le pedían se acumulaban: composiciones, canciones, copias, correspondencia, registros, traducciones…, pero ella nunca se sentía sobrecargada. Dicen que, después de su muerte, sorprendió ver cuánto había trabajado estando enferma.
  • Siempre decía algo bueno de las personas. Daba la impresión de no ver el lado defectuoso o menos bueno de las demás.
  • Mientras pudo dar clases de música lo hizo con todo interés y fue muy apreciada. Era exigente, pero muy amable. Buscaba sólo dar lo mejor de sí misma y el bien de cada una de sus alumnas.

Te diría mucho más, pero creo que ya has podido vislumbrar cómo era Dina. Tu misma puedes sacar la conclusión…

domingo, 4 de diciembre de 2016

TESTIMONIOS: Sus compañeras en Nueva York

Sigámosla ahora en los dos años que vivió en Nueva York. Fue un periodo de esfuerzo en el estudio, de momentos muy felices por su enorme pasión por la música, de vivirlo todo con la carga vital de una joven que descubre con asombro lo que la rodea en aquella gran metrópoli, de contacto epistolar casi diario con sus padres para agradecerles el sacrificio y para que no sintieran tan fuerte el vacío de la separación.
Estuvo allí con dos compañeras canadienses: Bernadette y Aline.
Las dos la veían como una joven amable, olvidada de sí misma para darles gusto. Muy aplicada al estudio de la música, pero capaz de romper la monotonía y reírse con cualquier nimiedad. Dina era muy alegre, reía fácilmente y aceptaba bien que le tomáramos el pelo sabiendo captar las bromas.
Tenía una voluntad bien disciplinada, firme pero moderada de dulzura. Mucho orden y cuidado de las cosas, pero nunca hacía alusión al hecho de que las otras no lo teníamos… Hacía ver que no se daba cuenta.
 Era más bien tímida, pero se sobreponía cuando había que amenizar a los demás. En una conversación, tenía siempre a punto la palabra necesaria para llevar a su interlocutora a sentirse ancha. Era reservada,  el alboroto no le era natural, pero era tan amable que nadie podía imaginar los esfuerzos para ser divertida.
Su carácter fuerte, manifestado desde muy pequeña, seguía traicionándola y haciéndola sufrir. Un día, le hicieron bruscamente una advertencia sobre su manera de tocar el piano. Bernadette cuenta: Yo estaba en mi habitación. Cuando la vi entrar, me llamó la atención su extrema palidez y le pregunté: ¿Qué te pasa? ¿estás enferma? Ella se puso a llorar. Yo repetí mi pregunta… A través de las lágrimas, me dijo: “Yo soy sólo una orgullosa. Lo que acaban de decirme es la verdad”. Dina aceptaba aquella observación un poco exagerada, pero su temperamento se rebelaba. Después de unos años, se encontró con aquella persona y estuvo tan discreta y amable que nadie pudo imaginar que un día le había dicho algo muy desagradable.
 Bernadette, con la que compartía la habitación, le propuso en Semana Santa rezar durante la noche del Jueves al Viernes Santo. Dina se sintió feliz, pero no quería que las otras compañeras se dieran cuenta. Escondimos la luz y rezamos durante una hora.  Dina fue siempre fiel al reglamento de vida espiritual que se había trazado en Quebec. Habría podido dispensarse de la Misa diaria teniendo en cuenta su salud, pero ni soñó hacerlo. Aline añade que todos los días al atardecer, la veía rezando con fervor, de rodillas en el comulgatorio, sin moverse con la cabeza entre las manos, durante media o tres cuartos de hora.
En vacaciones, Bernadette cuenta que fueron en barco a Chicoutimi (Quebec). A la vuelta, por un mal entendido, las cabinas reservadas no estaban libres. Al atardecer, llegó al salón donde estábamos un viajero medio borracho. Dina vio mi gran inquietud y dijo: “Tú verás,  tendremos una cabina” y empezó a toser. Un empleado al oírla le ofreció una manta de lana, pero ella siguió tosiendo. Hacia la una de la madrugada, el empleado volvió triunfante diciendo que tenía una cabina para nosotras. Al entrar en ella, Dina sentada sobre la cama, empezó a reír: “Te había dicho que tendríamos una cabina”. Por el momento lo encontré muy divertido, pero después me di cuenta que organizó la estratagema, para ayudarme al ver mi inquietud.