La fama de santidad de Dina se extendió muy pronto. Casi inmediatamente
después de su muerte se divulgaron
muchos escritos narrando su vida. Muchas personas los han leído, sobre todo su
Autobiografía, traducida a varias lenguas y que en francés ha alcanzado ya la
quinta edición. Los que la leen se quedan asombrados de la obra de Dios en una
simple criatura. Sus restos están en la capilla de nuestra casa de Sillery en Quebec y se multiplican las visitas a su tumba, para
rezarle y pedirle innumerables favores.
El 20 de marzo de 1993, el Papa Juan Pablo II la proclamó beata en la Basílica de San Pedro en Roma. En su
homilía, tomó las palabras de San Pablo para decirnos: “Os exhortamos a que no
recibáis en vano la gracia de Dios”. Esto fue lo que hizo Dina a lo largo de su
vida, dándonos también un testimonio luminoso de diálogo íntimo con Jesús a quien buscó siempre
con toda la finura de su sensibilidad y cuyos dotes para la música la
prepararon para acoger la presencia divina y dirigir una alabanza a Dios que va
más allá de las palabras. Dina encontró la perla escondida, el tesoro de que
habla el Evangelio y por el que se está dispuesto a venderlo todo.
En su vida, encarnó a la perfección el carisma de su Fundadora: revelar la
bondad operante de Cristo. Su corazón apostólico se consumió ardiendo para
hacer conocer y amar a Jesús y a María hasta los confines del mundo. No le bastó esto, ella quiere continuar su
misión en la eternidad mendigando el amor en provecho de todas las almas, para
la mayor gloria de Dios.
Por su testimonio profético, escrito a petición de sus superioras, Dina
alcanza a los jóvenes, los adultos, los sacerdotes, las personas consagradas,
los artistas, los enfermos, en una palabra todos aquellos que mirándola se
abren al Amor de Dios, el único capaz de transformar una vida y de dar la
verdadera alegría.
Esta es la estela que dejan los santos. En la tierra su vida termina, pero
su luz sigue iluminando el sendero, para que no nos dejemos aprisionar, ni nos
estanquemos en el barro del camino. Los santos han sabido vislumbrar muy lejos.
Si les dejamos, nos pueden levantar sobre sus hombros, para que también
nosotros podamos ver más lejos, como un padre levanta a su hijo cuando no puede
ver lo que no le permite su corta estatura… Dina está dispuesta a hacerlo ¡Déjate levantar
por ella!