Seguimos con Dina…
Dina tiene una gran aptitud para la
música y a los ocho años empieza el estudio del piano. Hace grandes progresos y
a los once obtiene el primer diploma. No tardará en llegar a ser concertista…
En aquel tiempo, la edad para la Primera Comunión era a los diez años. Dina
la deseaba tanto que a los nueve, a pesar de su timidez, acompañada por su madre, pide al párroco el
permiso de hacerla a los nueve. No se ve
apropiado. ¡Qué desilusión! Ella lo aprovecha para desearla más y prepararse
mejor.

El enamoramiento crece y en Dina empieza con más intensidad el deseo de
amar, amar…, de estar atenta a lo que el Señor le va a ir diciendo.
Exteriormente lleva una vida ordinaria, nadie sabe lo que pasa en su interior,
es el “secreto del Rey”. Sin embargo, su comportamiento ejemplar despierta la
atención de sus compañeras que le toman el pelo llamándola “santa Dina”… ¡vaya
sufrimiento! ella no se siente así.

A los catorce años, Dina, a pesar de que quiere a sus padres con locura, pide
ser interna en el Pensionado de Bellevue. Ellos aceptan. Dina, sensible al
extremo, llora sin parar el primer día que sus padres la visitan. Le ofrecen
volver a casa y Dina “¡No, ya me acostumbraré!” Sin embargo, derramó lágrimas durante catorce noches… hasta
que al fin su voluntad se fortaleció y se consoló. Le resultaba difícil la vida
común y estar lejos de sus padres, pero estaba dispuesta a formar su carácter,
a olvidarse de sí misma. ¡Vaya esfuerzo!