Empieza para Dina su vida apostólica. La envían al colegio de Saint-Michel
de Bellechasse para remplazar, como profesora de música, a una religiosa
enferma.
Cuando ésta regresa, Dina vuelve a Sillery donde sigue enseñando pero
sólo ocho días. Tienen que retirarla y
permanecer aislada durante una cuarentena, porque ha contraído una enfermedad
contagiosa, al cuidar en Saint-Michel a una alumna con escarlatina. En la
enfermería, le duelen dos cosas: no poder comulgar durante varios días pues
está aislada y saber que sus hermanas están sobrecargadas de trabajo con los
empleos que ella no puede realizar.
En esta larga soledad, Jesús se vuelca y le enseña a vivir totalmente
abandonada a su acción. Jesús se substituye a ella y ella le deja hacer. Dina nos dice: “Ya no
somos dos: Jesús y yo. Somos uno: Jesús solo. Él se sirve de mis facultades, de
mis sentidos, de mis miembros. Él es el que piensa, quiere, hace, reza, mira,
habla, anda, escribe, enseña, en una palabra, el que vive. Yo soy toda pequeña
en medio de su Corazón, tan pequeña que sólo Él me puede ver. Se lo he
abandonado todo… Mi único empleo es contemplarle y decirle sin cesar: ¡Jesús,
te amo…! Es el canto del cielo, mi eternidad ha comenzado. ¡Soy feliz!”. Ahí
está su ideal: ‘dejar hacer a Jesús’. Ese ideal la llevará a la cumbre de la
unión íntima con Dios. Ese dejar hacer
no significa no hacer nada, ella va a llenar su vida apostólicamente amando y como
sabe que el amor no puede ir vacío de sufrimiento, quita una parte de su última
divisa y se queda sólo con “¡Amar!”
El 7 de diciembre, Dina sale de su aislamiento después de habérselo
alargado otros nueve días. Retoma la enseñanza y otros empleos con las alumnas.
Es feliz dándose a los demás. En un retiro de fin de año, consciente de que la
Virgen está siempre a su lado para ‘dejar hacer a Jesús’, quiere también dejarle
hacer a Ella. Desde este momento encuentra la divisa que ha buscado largo
tiempo y que resume todas sus aspiraciones. “Amar y dejar hacer a Jesús y a
María”. Un eco del “ama y haz lo que quieras” de San Agustín.
Para ella: Amar, es hasta la locura, hasta el martirio. Dejar hacer a
Jesús, es el abandono total, es dejarle obrar libremente. Dejar hacer a María
es confiarle el que Jesús pueda realizarse plenamente en ella. Así se sabe totalmente apostólica, porque dejar
obrar a Jesús es hacer suya la obra de salvación de toda la humanidad.
Nos encontramos ante alguien que ha desaparecido totalmente, para que Jesús
sea el único que vive en ella. Dios lo sobrepasa todo y sólo Él puede llenar
con su infinitud nuestra pequeñez. Lo que un día pronunció en el Jordán Juan
Bautista: “Es necesario que Él crezca y yo mengüe”, se ha realizado de tal modo
en Dina que este crecimiento ya lo ha invadido todo y la ha substituido
totalmente.
Esta substitución será el hilo conductor de toda su vida y la llevará hasta
querer agotar a Jesús, el Infinito, para poder satisfacer plenamente al Infinito.
“Agotar el Infinito, satisfacer el Infinito”, palabras absurdas en el lenguaje
humano. Dina nos dice que no importa,
porque en el cielo no hay palabras, el amor es el lenguaje sublime y lo que
ella no es capaz de expresar, le basta saber que Dios lo entiende.
Gracias por los artículos publicados. Nos ayudan a conocer cada vez más a Dina.
ResponderEliminar