En este Blog queremos compartir contigo la vida de la bienventurada Dina Bélanger RJM. Publicaremos periódicamente breves capítulos que nos ayudarán a conocerla más.
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LA FAMA DE SANTIDAD de Dina Bélanger se ha hecho universal después de su beatificación.

domingo, 4 de diciembre de 2016

TESTIMONIOS: Sus compañeras en Nueva York

Sigámosla ahora en los dos años que vivió en Nueva York. Fue un periodo de esfuerzo en el estudio, de momentos muy felices por su enorme pasión por la música, de vivirlo todo con la carga vital de una joven que descubre con asombro lo que la rodea en aquella gran metrópoli, de contacto epistolar casi diario con sus padres para agradecerles el sacrificio y para que no sintieran tan fuerte el vacío de la separación.
Estuvo allí con dos compañeras canadienses: Bernadette y Aline.
Las dos la veían como una joven amable, olvidada de sí misma para darles gusto. Muy aplicada al estudio de la música, pero capaz de romper la monotonía y reírse con cualquier nimiedad. Dina era muy alegre, reía fácilmente y aceptaba bien que le tomáramos el pelo sabiendo captar las bromas.
Tenía una voluntad bien disciplinada, firme pero moderada de dulzura. Mucho orden y cuidado de las cosas, pero nunca hacía alusión al hecho de que las otras no lo teníamos… Hacía ver que no se daba cuenta.
 Era más bien tímida, pero se sobreponía cuando había que amenizar a los demás. En una conversación, tenía siempre a punto la palabra necesaria para llevar a su interlocutora a sentirse ancha. Era reservada,  el alboroto no le era natural, pero era tan amable que nadie podía imaginar los esfuerzos para ser divertida.
Su carácter fuerte, manifestado desde muy pequeña, seguía traicionándola y haciéndola sufrir. Un día, le hicieron bruscamente una advertencia sobre su manera de tocar el piano. Bernadette cuenta: Yo estaba en mi habitación. Cuando la vi entrar, me llamó la atención su extrema palidez y le pregunté: ¿Qué te pasa? ¿estás enferma? Ella se puso a llorar. Yo repetí mi pregunta… A través de las lágrimas, me dijo: “Yo soy sólo una orgullosa. Lo que acaban de decirme es la verdad”. Dina aceptaba aquella observación un poco exagerada, pero su temperamento se rebelaba. Después de unos años, se encontró con aquella persona y estuvo tan discreta y amable que nadie pudo imaginar que un día le había dicho algo muy desagradable.
 Bernadette, con la que compartía la habitación, le propuso en Semana Santa rezar durante la noche del Jueves al Viernes Santo. Dina se sintió feliz, pero no quería que las otras compañeras se dieran cuenta. Escondimos la luz y rezamos durante una hora.  Dina fue siempre fiel al reglamento de vida espiritual que se había trazado en Quebec. Habría podido dispensarse de la Misa diaria teniendo en cuenta su salud, pero ni soñó hacerlo. Aline añade que todos los días al atardecer, la veía rezando con fervor, de rodillas en el comulgatorio, sin moverse con la cabeza entre las manos, durante media o tres cuartos de hora.
En vacaciones, Bernadette cuenta que fueron en barco a Chicoutimi (Quebec). A la vuelta, por un mal entendido, las cabinas reservadas no estaban libres. Al atardecer, llegó al salón donde estábamos un viajero medio borracho. Dina vio mi gran inquietud y dijo: “Tú verás,  tendremos una cabina” y empezó a toser. Un empleado al oírla le ofreció una manta de lana, pero ella siguió tosiendo. Hacia la una de la madrugada, el empleado volvió triunfante diciendo que tenía una cabina para nosotras. Al entrar en ella, Dina sentada sobre la cama, empezó a reír: “Te había dicho que tendríamos una cabina”. Por el momento lo encontré muy divertido, pero después me di cuenta que organizó la estratagema, para ayudarme al ver mi inquietud. 

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