¿Sabes? Jesús seguía obrando en ella y ella respondía con amor esforzándose
en disimular a los ojos de los demás su intensa vida interior. A los dieciséis
años, un retiro vocacional la confirma en su deseo de ser religiosa, acariciado
desde hace tiempo.
Deja el Pensionado y vuelve a su casa. Ahora es una joven espléndida, alta,
agraciada, amable, sencilla, inteligente… en una palabra ¡encantadora! Va a entrar
en la vida del mundo determinada por la posición social de una familia acomodada,
pero secretamente su único ideal es Jesús. Su divisa: “Antes la muerte que el pecado”, está
muy presente en su vida y le va a ser totalmente fiel.
Un día dice a su madre que quiere ser religiosa. Dina es muy joven, tiene
sólo dieciséis años y su madre le pide que reflexione. ¿Se iba a cumplir ya lo
que su madre había pedido durante el embarazo?. El consejo del párroco va en la
misma línea: demasiado joven, tiene que conocer el mundo, aún se debe a sus
padres… Ellos encantados de poderla gozar, multiplicando el afecto y los
regalos. Dina acepta con pena el retraso,
pero agradece también el cariño, los vestidos y joyas que le brindan sus
padres. Según nos contó, abandonó sus deseos en manos de Jesús y como no era
falta de generosidad por su parte, se llenó de paz.
Sigue el estudio de piano hasta obtener el título de Profesora. Vienen los primeros
conciertos con las consecuentes alabanzas que ella cree que son exageradas porque
su ideal como pianista era tan elevado que sabía muy bien que no merecía tales
elogios. Acepta con amabilidad todas las muestras de simpatía. Su dominio
exterior era muy grande y nadie advierte lo que le costaban los conciertos,
incluso sus padres pensaban que no le importaba en absoluto tocar el piano en
público. Ella escribe: ”Nadie podía
suponer el martirio, sí, no temo emplear
esta palabra, el martirio que yo experimentaba en medio de las flores y de los
aplausos.”
Dina no sólo seguía sus estudios de piano y llevaba una vida de sociedad,
sino que multiplicaba las obras de caridad, compartiendo su tiempo
apostólicamente. En ella crecía el amor
por Jesús y su deseo de ayudarle. ¿Cómo lo hará? Aprovecha las ocasiones que se
presentan. Al comenzar la primera guerra mundial de 1914, se ofrece a nuestro Señor
enteramente, en espíritu de reparación y amor. Hubiera sido capaz de dar la
vida por los demás. ¿Quién podía imaginarse que en aquella joven artista,
brillante pianista, tan amable y sencilla ardía una vida interior tan
honda? El Principito acertó cuando dijo
que ”lo esencial es invisible a los ojos”.
Sus padres viendo el excepcional talento musical de su hija, deciden
mandarla a Nueva York para perfeccionar sus estudios. A Dina, apasionada por la
música y por la belleza de la armonía que empezaba a descubrir, le encanta la
decisión y hasta siente vanidad de perfeccionarse en un gran Conservatorio. La
vanidad no dura: “Jesús no permitió que los espejismos pudieran engañarme. Yo
sabía que por mí misma era poca cosa, aun reconociendo que Dios me había dotado
de un cierto talento…”
Bueno, la próxima vez nos encontraremos en Nueva York…
En medio de este mundo nuestro, a veces tan duro y a la vez superficial. Mundo que consume sin gozar y, por contraste da sin contar, generosamente, me ha ayudado encontrar la vida de esta mujer: Dina Bélanger. Su delicadeza, conjugada con un carácter fuerte; su sensibilidad y admiración por la belleza, con su resistencia al dolor, con su acogida del querer de Dios aunque le fuese duro. Era lúcida y soñadora. Creo que necesitamos mucho de lo que ella tenía para hacer este mundo más justo, más humano, más capaz de generar vínculos de fraternidad.
ResponderEliminarInmaculada,sigue leyendo,irán apareciendo otros capítulos. Gracias por tu comentario.
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