Amaneció el 11 de agosto de 1921. Sus padres la acompañan al noviciado que
las religiosas de Jesús-María tienen en Sillery (Quebec).
Ella cuenta que en su
interior reinaba la oscuridad y la repugnancia, pero que apenas traspasó la
puerta, una fuerza interior le obligó a decir: “ya estoy en mi casa”. Esto la
convence de que está donde Dios quiere, sin quitarle la mezcla de sentimientos
naturales que vive todo el que está en tinieblas. Sus deseos de soledad, sus
ilusiones por la vida religiosa habían desaparecido, y por otra parte sabía que
Jesús estaba con ella. Cuando a uno algo le cuesta mucho, pero piensa que está
haciendo lo que debe hacer, ¿verdad que siente una mezcla de paz, angustia y
seguridad…? Hay algo inexplicable que hace sufrir, pero que al mismo tiempo da
alegría. Esto le pasó a Dina.
Te cuento que Dina no es la primera, ni la única que tiene estos
sentimientos, que en el fondo se resumen a no entender lo que pasa. Hubo una
mujer, la Virgen, que tampoco entendió nada en Nazaret cuando un ángel le
anunció el misterio más grande que iba a ocurrir y, sin embargo, dio su SI sin
verlo todo claro. Aunque el “SI” que estaba dando Dina no tiene comparación con
el que dio María, es muy posible que la tuviera presente en estos momentos
porque, aunque no te lo he dicho antes, Dina, desde siempre, quería mucho a la
Virgen y a Ella acudía en los momentos difíciles.
Con todo esto, no creas que, durante aquellos primeros días la vida se le
presentó fácil. Dina sigue a oscuras y la tentación y el desaliento la persiguen.
Todo le parece casi imposible. “Y tú vas a vivir aquí hasta el fin de tus días?
¿Te vas a someter a estas exigencias que son una carga?” El vivir en común es
de las cosas que más le cuestan…
En ella nace una gran nostalgia de su casa. Nadie nota nada, ni lo va a
comunicar a nadie, sólo van a saberlo unos seres muy discretos. Un día en el
jardín descubre el gallinero y con el corazón oprimido dice a las gallinas:
“Vosotras estáis en vuestra casa, ¡aprovechaos bien, sí aprovechaos!”. Así está
su estado de ánimo… Además, piensa que no tendrá la posibilidad de poder vivir
su vida de oración en soledad; en varios momentos del día todas se reúnen en la
capilla para una oración en común y Dina cree que ya no podrá hablar
íntimamente y a solas con Jesús. Ella buscaba otra cosa… Un día revive el
primer momento cuando una voz le obligó a decir “estoy en mi casa” y se da
cuenta de que todo lo que está sintiendo no viene de Dios… Lo rechaza y renueva
su gran deseo de fidelidad.
Después llega el retiro para prepararse a la entrada oficial al noviciado y
vuelve la luz y la paz. Durante estos días recibe dos grandes gracias: vuelve
la comunicación íntima con Jesús y siente que Dios le toma el corazón y en su
lugar pone los de Jesús y María. Ella no sabe cómo describirlo. Ya no tendrá
que buscarlos fuera, los posee en su interior. El Señor le reserva gracias cada
vez mayores. En Dina va a empezar una ascensión continua que nos la dará a
conocer a través de las divisas que se irá dando a sí misma. Ahora lo resume
en: “obedecer ciegamente, sufrir con alegría, amar hasta el martirio.”
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